domingo, 13 de marzo de 2011

72. Septiembre - 2005

CONCURSO LXXII  SEPTIEMBRE – 2005


JURADO: ALANA GÓMEZ


TEMA: LUNARES Y VERRUGAS


Lunares



PRIMER LUGAR


LIRON


Nariz con fondo de gaviotas


A Verbigracio, en la juventud, le creció una verruga en plena nariz. Luego a tan pertinaz excrescencia le fueron naciendo poco a poco palmeras, gaviotas y finalmente un náufrago. Al principio, sobre todo por timidez, no se hablaban. Después, la necesidad de salvar de la locura a su huésped le impulsó a entablar un diálogo fluido con él. Pero tan noble causa confinó a Verbigracio al manicomio por 'hablar solo'. Allí sigue, discutiendo con su inseparable contertulio de política e incluso de mujeres. Aunque cuando se enfadan, el náufrago, mediante señales de humo pide rescate y entonces se insinúa, a la entrada del manicomio, la proa de un trasatlántico.


MENCIONES HONORIFICAS


IGNATIUS


Divina


Sacó un lunarcito de la bolsa de los lunares, lo introdujo en el tambor de la pistola, cerró el arma y disparó. Aquel lunar quedó incrustado, quieto como un trocito de beso oscuro, en mitad de la sien. Divinamente muerta, se dirigió a la fiesta. Aquella noche olía a luna negra y la orquesta interpretaba, con cierta desgana, el “Just a gigoló”. Dicen que fue la reina de la noche. Al día siguiente, en el camposanto se mezclaban el jazmín, la jara, ese aroma húmedo y cerrado de cementerio y Chanel. También es posible, dicen, morir de glamour.


ECO - Lucía Casas Rey


La Fuga


Lo único que podía observar a través de la capucha raída, era un pie femenino con sandalias blancas. Tan sólo con mirarlo, el dolor disminuía y apaciguaba el pánico. Fue aún mejor cuando descubrió el lunar que moraba en el empeine. Confiado se dejó llevar y su conciencia se introdujo en él, en ese agujero negro, en el espacio de un universo sublime que lo iba cautivando... Así pudo evadirse de sus torturadores


ECO - Lucía Casas Rey


La niña en la Luna


Todas las mañanas se miraba al espejo y con desconcierto veía el lunar situado en un lugar distinto al del día anterior. Ora en la mejilla izquierda, ora en la derecha. A veces rozando el labio superior y otras en el mentón. Pasadas las horas, se deslizaba hacia el cuello. Hasta que cierta vez se ausentó del rostro y fue a posarse en el borde del oído, como una perla negra en su concha dorada. Tenía la sensación que él le susurraba suavecito. Pero luego desapareció, misterioso.

Desde hace un tiempo, ella oye voces en el interior de su cabeza. Sospecha que es el andarín que se ha metido en el hueco, penetrando en el intrincado laberinto de sus fantasías más profundas y desde allí, cosquillea sus pensamientos para que hablen en voz alta. Los demás dicen que ella es una lunática. Ella, sólo espera que el pequeñín se decida a salir de su escondite.


AGUATINTA


Caleidoscopio


Mamá fue decolorándose de a poquito, como el suéter rojo que me regaló por Navidad —cálido y suave, como ella—. Giraba y braceaba mi jersey en la lavadora, una y otra vez. Espumas de arrebol. Mientras, volaban y aspaban los malos modos de Papá por doquier, una y otra vez. Vientos de grafito. Y rodaba y palidecía Mamá escaleras abajo, una y otra vez. Coágulos de violetas. Una y otra vez, vueltas y más vueltas, como las manecillas de mi reloj — precioso y frágil, como ella—. Hasta que un día Mamá se disolvió, de a poquito, como las vitaminas que me trajo para estar fuerte —dulces y chispeantes, como ella—. Sonríó y burbujeó en la bañera hasta que sólo quedó el lunar cerúleo de su mejilla —aterciopelado y suave, como ella— en medio del rojo sangre. Cada noche lo arropo con una lágrima azul, celeste como Mamá.


CHESTER TRUMAN


Aire


Tejiendo, tejiendo, dibujando malabares con las agujas para dejar pasar el tiempo, Penélope se inició con trajecitos sencillos, discretos, de esos que llevan las tías solteras en las mañanas de domingo. Luego, audaz, le fue añadiendo escotes y lunares a los vestidos, cada vez más amplios (los lunares y los escotes), en cuyo interior se imaginaba ella, moviendo las manos, los brazos, la cintura… Penélope, a base tricotar y tricotar, se ha dado cuenta de que hay mundo más allá de las cuatro paredes, del par de agujas. Ahora ha llenado la maleta de cuero con sus vestidos de lunares, la ha atado con una cuerdecita y se ha largado dando un portazo, sin mirar atrás.

A todo esto, Ulises que sigue sin llamar.

1 comentario:

  1. Las verrugosidades..., ufff, ¡qué tema!

    De entre la selección maestra, mi gusto se inclina por la glamurosa "Divina", de Ignatius.

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